jueves, 1 de mayo de 2014

Una colección de charcos en mi habitación. Por más que busco que todo sea blanco y tenga buen olor solo encuentro una colección de perfumes de alta gama. Se que debería dejar de mirar el techo mientras acostado quemo cuatrocientos gigas de música pero es que tras tanto tiempo han vuelto las acacias. El suelo sigue estando sucio y es divertido intentar mancharte lo menos posible en el camino a la ventana, desde la cual se observa a la gente llena de semen en la cara.

Culto al semen, 
una vida de hedonismo, 
neuronas quemándose.

Y en tres meses solo te da tiempo a contar el número de cuadrados que hay en la pared y pensarte. ¿Donde está ese rincón en el que huir del mundo por un fin de semana? Nunca existió, era un producto de la saturada imaginación. Dicen que un conjunto está formado por la suma de todas las partes, pero cuando una de ellas está vacía no forma parte del él, simplemente lo habita. Y por ese motivo  el oasis era alucinación de la nada. 

En la fogata,
en la penumba, 
¿estás?

 El resultado de nunca usar los dados es tener que cambiarlos. El azar nunca estuvo presente, ni siquiera miré mi primera y única tirada. Algún día me armaré del valor suficiente para usarlos, si la circunstancia lo permite.