Donde el silencio habite y estemos al fin conjugados el uno
con el otro. No tendremos que limarnos las encías por unos puñados de gusanos maltrechos
de nuestras entrañas. Una hoz jamás volverá a ser símbolo de muerte y no
tendremos que aguantarnos los unos a los otros. Desconocernos será una bendición
así como adoptar los nuevos medios.
Yo solo digo una cosa “púdrete”. No necesito tus palabras ni
tu estúpido complejo existencial. No necesito que me saludes ni que me cuentes cuál
es tu artista favorito. Mientras me hablas de supuestas afinidades estoy regalando mi hígado a una perrera. Mientras te sientes vacío por no encontrar
alguien con tu supuesta profundidad estoy jugando una partida al mus tirado en
el césped. Mientras ofreces tu cerebro al occidente y sus caprichos me estoy
haciendo una paja a tu costa. Y aunque estés perfectamente conectado con la
naturaleza humana, sus problemas y realidad eres mera materia en descomposición.
No eres nada, ni lo serás nunca y lo sabes. No hace falta
que sigas cogiendo el brazo al mendigo que dice que te adaptes. Jamás
entenderás el fin por el cual fuiste creado. Solo te queda ofrecer tus brazos a
Dios y preguntarte si alguna vez
encontrarás el amor o se solucionarán los problemas en el mundo.
Oh Dios, dame un vaso con mate, necesito encontrarme de
nuevo en Argentina. Necesito huir de los caprichos mundanos. Sé que tú guardas
mescalina para que te vuelva a ver en Buenos Aires. En
Tucumán una vez me dejaste plantado y tuve que recurrir a un romance de largo
recorrido. Cuando todo terminó doné mi cuerpo a la coincidencia y el degaste. Y
ahora que me di cuenta de todo volví a rezar pero no a ti sino para el árbol
de acacias que cultivo de hace más de 20 años. Acúname bajo tus suaves brazos,
sabes que siempre fui el rey de los bichos.