ni en ti,
ni en todas esas caras,
robadas por un rato
y prostituídas.
Una fuerza redentora
de autosugestión
de autodolor
esculpida entre aŕboles,
se disculpa.
Es así,
así será,
contigo o sin ti
asúmelo.
Puedes cerrar los ojos,
taparte los oídos
o cortarte la lengua;
pero el muro seguirá.
Puedes intentar escapar por las cloacas,
besar a las ratas,
hacerte amigo de los mutantes,
pero el laberinto seguirá.
Padre nuestro,
bendice nuestro pan,
hágase tu voluntad,
no nos dejes perdidos
y gracias por otro nuevo día.
Resuena una y otra vez,
esa oración
mientras la distorsión invade
y deja desnudo,
en la cama
con un mensaje de texto,
sin respuesta.
Y me encuentro clavado,
al suelo,
al vientre que lo derrumbó,
al camino fácil.
Una y otra vez,
repitiendo,
esculpiendo en la mentira,
caminando y comiendo solo,
teniendo mi merecido,
bailando en el patíbulo.
bailando en el patíbulo.