Puede que seamos caldo de la incendiaria revolución y que nuestros cerebros nunca nos pertenezcan. Puede que los continuos golpes de
viento nos arrastren y lleven a territorios insospechados mientras somos víctimas
de debacle generacional. Puede que el intervalo de tiempo de eso que hacemos
llamar “futuro” se vaya estrechando cada vez más hasta que al final se
convierta solo en segundos. Puede que mañana esté muerto y te veas obligado a
subsistir de las pequeñas colillas tiradas por el suelo. Puede que la
revolución incendiaria sea viento de colilla y debacle generacional. Puede que
nuestro tiempo sea un golpe de viento que nos lleva a un futuro insospechado de
muerte.
Puede que solo seamos meros espectadores de nuestra vida.
Puede que mañana me inyecte heroína o que me convierta al fin al budismo. Puede que mi próxima paja sea pensando en la
preciosa calva de Antonio Resines, mi calvo ideal. Puede que al fin Paulo
Coehlo pida perdón por sus libros. Puede que vuelvas a mí. Puede que el
terremoto de alta escala que esta noche vendrá sea producido por una hoguera de
latas de Coca Cola. Puede que jamás vengas,
ni me recuerdes. Puede que seamos meros
espectadores de Paulo Coehlo. Puede
que el terremoto nos azote mientras
bebemos latas de Coca Cola con Antonio Resines.
Puede que mi calva fuese producida por mi alma llorando todas las pérdidas.
Recemos una plegaria por todos los quizás,
por todo el cemento que se ha ido deshaciendo mientras nos labrábamos una vida.
Nunca podremos vencer la infinita fuerza absurda del “puedes” por ello solo nos
queda contemplar cómo se van formulando
frases y remplazándose continuamente por otras mejores y más originales. Nada será nuestro, por ello guardemos un minuto
de silencio por todo lo arrebatado.
“Oh alabado señor, te he maldecido tantas veces que ahora ni siquiera puedo odiarte”
No hay comentarios:
Publicar un comentario