domingo, 31 de agosto de 2014

Puede que seamos caldo de la incendiaria revolución y que nuestros cerebros nunca nos pertenezcan. Puede que los continuos golpes de viento nos arrastren y lleven a territorios insospechados mientras somos víctimas de debacle generacional. Puede que el intervalo de tiempo de eso que hacemos llamar “futuro” se vaya estrechando cada vez más hasta que al final se convierta solo en segundos. Puede que mañana esté muerto y te veas obligado a subsistir de las pequeñas colillas tiradas por el suelo. Puede que la revolución incendiaria sea viento de colilla y debacle generacional. Puede que nuestro tiempo sea un golpe de viento que nos lleva a un futuro insospechado de muerte.

Puede que solo seamos meros espectadores de nuestra vida. Puede que mañana me inyecte heroína o que me convierta al fin al budismo.  Puede que mi próxima paja sea pensando en la preciosa calva de Antonio Resines, mi calvo ideal. Puede que al fin Paulo Coehlo pida perdón por sus libros. Puede que vuelvas a mí. Puede que el terremoto de alta escala que esta noche vendrá sea producido por una hoguera de latas de Coca Cola.  Puede que jamás vengas, ni me recuerdes.  Puede que seamos meros espectadores de Paulo Coehlo.  Puede que  el terremoto nos azote mientras bebemos latas de Coca Cola con Antonio Resines.  Puede que mi calva fuese producida por mi alma llorando todas las pérdidas.

Recemos una plegaria por todos los quizás, por todo el cemento que se ha ido deshaciendo mientras nos labrábamos una vida. Nunca podremos vencer la infinita fuerza absurda del “puedes” por ello solo nos queda contemplar cómo se van  formulando frases y remplazándose continuamente por otras mejores y más originales.  Nada será nuestro, por ello guardemos un minuto de silencio por todo lo arrebatado.  

“Oh alabado señor, te he maldecido tantas veces que ahora ni siquiera puedo odiarte”

No hay comentarios:

Publicar un comentario