sábado, 18 de junio de 2016

1. 

La apisonadora ejerció su fuerza con todos sus protocolos. Toda la terapia para saber actuar socialmente solo me sirve para viajar constantemente las dunas azules de Eris. Me dan miedo las manos que se quieren tender a mí y tocar todos mis surcos deformes para que deje de mirar hacia Disnomia y de tener hambre. Pero no, quiero seguir vomitando después de comer, estoy en huelga hasta que el cosmos infinito me dé una explicación, hasta que aprenda a contener la respiración dentro del mar. Mientras tanto estaré desconectado, contando el volumen de dióxido de carbono que expulso.

2.

Estoy rodeado de gente en esta sala pequeña que llaman vida  y  siento que en cualquier momento voy a caer al suelo y ser pisado. Tengo miedo.  

3.

Dicen que si no mantengo la mirada no muestro mi alma, que si tartamudeo al hablar no muestro mi gran inteligencia que si no saludo a las personas... Dicen, dicen y dicen, yo aún no sé ni lo que me digo a mi mismo.

4.

La mosca se posa
en mi oreja,
la espanto
vuelve
a mí
en vuelos circulares
la espanto,
se sitúa en mi ventana
saca su trompa
deseando volver
al exterior
y dejar de chupar cristal.


sábado, 4 de junio de 2016

Sentado en el suelo,
leyendo la divina palabra
empiezo a mutar.
Te odio,
porque me odio
y me haces cerrar los ojos.
En mi salón,
con mi tercer brazo,
te escribo
(me escribo).
Hablo de Hiroshima
bombas nucleares,
besos de cianuro,
pero solo hay hojas secas.
No te entiendo,
llevo años rezándote
y deformándome,
queriéndote en muchos
y en nadie.

Te odio,
en tu último aspecto
y el siguiente,
¿Por qué te muestras en tantas personas?
Cuando me hago con tu cara,
te burlas,
cambias de forma,
desapareces.