viernes, 22 de julio de 2011

Ríncones con cenizas de tu mente.
Amor,
altibajos que te hacen rehuir.
Nacer del tacto,
vaciarte,
escupir abrazos,
resignarse (o no),
mirar...

Amalgama de ideas
como armas
demasiadas enredadas
y con doble punta.
Disparo con palabras,
sutiles,
díscolas,
pueriles.

Incertidumbre ante el ataque,
tanta que te hace planear
una redendención
un cambio de comportamiento.

... .... ....
Es bonito contemplar el vacío mientras piensas en como tocarlo o en como tocarte para no sumergirte en él . La mejor forma de ver la nada es montar en tiovivo y girar viendo el paisaje artificial. Quizás montarse solo es demasiada imprudencia.

Una vez estube tanto tiempo que me transformé en un caballo de plástico. Aguanté el peso de niños felices que saludaban a su padre en cada vuelta. Lo odiaba, pese a que mi figura era esbelta. Desde que me pasó esto, solo monto en compañía para estar más seguro.
.... ..... ...

Dejo de pensar en tiovivos,
vuelvo al poema,
me bajo del diván.

Muchas miradas,
bellas quizás,
comerlas es una obsesión.

El pensamiento masculino
¡maldito maltratador!
¡maldito cegador!
Él da demasiado calor,
te incita a la imprudencia
útil a veces.

Preso de la naturaleza,
vuelvo a la jaqueca mental
a la espera.

... ... ....
Los muñecos de porcelana son criaturas diabólicas. Miradas blancas y pétreas que se clavan en tu niñez, que fagocitan tu ser, que te hacen ver tu vulnarabilidad e inseguridad. Basta ver uno para echarte atrás en tu gran proyecto y quedarte de nuevo escuchando un disco de música y leyendo un puto libro.
.... .... ....


Demasiadas divagaciones,
escribir claro
árdua tarea.

Y más difícil es
imprimir esto.

¿Imprimir?
Los poemas nunca se explican...

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